Agrupar conjuntos de teorías y prácticas que apuntan a maximizar la producción por trabajador y por hectárea de agricultura enfocada a producir grandes cantidades de alimentos en menos tiempo y espacio es lo que se denomina la agricultura industrial. Centrada en la producción masiva de productos llevado a un alto nivel de tecnificación, pero a su vez a una alta inversión de capital, energía y otros recursos, requiriendo normalmente trabajo externo y ayuda de especialistas. Y es que la agricultura, tal y como la conocemos ha evolucionado a partir de su industrialización, consistiendo básicamente en el cultivo de ciertas especies vegetales a la intemperie, ocupando grandes extensiones de terreno, dependiendo de las condiciones meteorológicas y del suministro de agua, nutrientes y en la era moderna, también de agroquímicos y otros controles, para la subsistencia de los cultivos.
Sin embargo, la agricultura realmente no es más que un proceso productivo en el que la materia prima es un ser vivo que debe crecer y desarrollarse en un tiempo determinado y bajo unas condiciones de desarrollo concretas, precisando para ello el aporte de nutrientes. Dicho proceso puede llevarse a cabo en el exterior, usando para ello directamente recursos naturales disponibles, aceptando por tanto la variabilidad y los condicionantes que puedan surgir, dotando al cultivo de todo lo que precise en cada momento a partir de las últimas tecnologías.
Ahora bien, la adopción de los parámetros de la industria por parte de la agricultura comienza con el despliegue industrial en el siglo XIX. Pero la industrialización de la agricultura como “modernización”, se suele identificar en primer lugar con el uso de semillas híbridas y agroquímicos, como si fuera el rasgo definitorio de la agricultura industrial. Por eso, habitualmente se denomina agricultura química a la agricultura industrial, en este sentido las transformaciones en la agricultura se han orientado al mercado urbano y global. Su objetivo central es incrementar el rendimiento (volumen producido por hectárea) y la productividad (volumen producido por unidad de trabajo) desconsiderando, más allá del beneficio económico inmediato, los problemas para el trabajador agrícolas y fertilidad de la tierra.
En tal sentido, lo anteriormente indicado solo se refiere al primer eslabón de la cadena comercial lo siguiente es la transformación de toda esa materia prima producida en campo, denominada como agroindustria, siendo el centro de la producción económica humana ya que tiene su base en la generación de recursos agrícolas y su correspondiente manufacturación, industrialización y comercialización.
Si tenemos en cuenta que ya desde la prehistoria el ser humano pudo desarrollar los cultivos y lograr a partir de ello contar con su propio alimento, no nos debería extrañar que hoy en día siga siendo esta la principal actividad mediante la cual obtenemos los alimentos y gran parte de los recursos que utilizamos en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, la agroindustria tal como la conocemos no es tan antigua y resulta de la creación y generación de máquinas que permiten transformar un producto natural en un producto industrializado y con un proceso de manufacturación superior. Este fenómeno surge a partir de los procesos de las revoluciones industriales que han tenido lugar en los últimos siglos de nuestra historia.
Si nos ponemos a pensar, hasta aquí se puede definir someramente qué es la agroindustria, en este sentido, la agroindustria ha generado tales cambios en las poblaciones humanas que ya no se podría vivir sin ella tan simplemente. La insaciable demanda de alimentos y otros elementos por parte de las sociedades de todo el planeta han convertido a la agroindustria en la base de nuestra subsistencia.
La agroindustria permite complejizar la materia prima que se puede obtener de los cultivos o incluso de las actividades pecuarias, para darles un valor superior y al mismo tiempo permitir que se conviertan en otro elemento. Pero al mismo tiempo, es necesario señalar que la agroindustria permite realizar eso en forma masiva y a gran escala, permitiendo pasar de un nivel de producción artesanal a uno industrial, donde el alimento o los recursos lleguen a una enorme cantidad de personas en todo el planeta.
En consecuencia a pesar de lo ambicioso que puede llegar a ser la industrialización de la agricultura los resultados de estas transformaciones han llevado al agotamiento y contaminación de la tierra, del agua, de las semillas y de los animales, eliminación de trabajo en el campo y emigración forzosa a las ciudades, necesidad creciente de capital y de tierra para ganar en competitividad y por tanto, ruina y emigración de los pequeños agricultores, consecuencias en el ecosistema con la incorporación de tecnologías y métodos industriales en la producción agraria, aumento de la dependencia y el gasto en soluciones tecnológicas en manos de las multinacionales productoras de semillas, maquinaria, fertilizantes y fitosanitarios, por mencionar algunas por lo que se ha cuestionado el reto de mantener el ritmo de la acelerada industrialización a fin de abastecer la necesidad de alimentos mundial pero a su vez lograr minimizar su impacto negativo en el ambiente y en lo social.